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“El que es no deja de ser”, y el chismoso no deja de ser chismoso, esas personas que hablan de los demás, se entrometen en temas que no son de su incumbencia y pasan su día propagando veneno con su lengua, ¡eso sí… hasta que se confrontan!, porque los que tienen mucha boca para hablar a las espaldas le faltan los huevos suficientes para decir lo que piensan de frente. No sé si les haya pasado pero son personas que tienen una habilidad excepcional para inventar las novelas de tu vida más increíbles que ni siquiera tú has pensado llegar a vivir; pero lo más triste de todo esto, es que esas personas son las que en algún momento tuvieron tu confianza, tu apoyo y hasta tu amor, hablemos de tu ex pareja, tus "supuestos" amigos e incluso uno que otro de tus familiares; pero peor aún, es que tampoco discriminan: bajo su filosa y ponzoñosa lengua caen parejas, familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y hasta personas que no conocen. Triste y preocupante es ver como esta clase de gente va por la vida sembrando veneno en la vida de los demás por medio de la hipocresía, el chisme y la envidia sin importarle el daño que le pueda hacer a las personas a las que apunta su lengua.
Es cierto que con respeto hay que aceptar las críticas que nos hacen los que tienen el carácter de criticarnos de frente y es que un verdadero amigo no es de aguas tibias, él te dice de frente lo que tenga que decirte pero nunca se acomoda a lo que otros hablen o juzguen de ti a tus espaldas. Desde chicos nos enseñaron que no nos debe importar ni preocuparnos las opiniones de los demás sobre nosotros y es que una cosa es la reputación y otra la conciencia; y la verdad es que debemos ocuparnos y preocuparnos más por nuestra conciencia. En la vida hay dos tipos de personas: unas que serían capaces de dar su vida por ti sin decir absolutamente nada y otras que presumen y gritan a los cuatro vientos que lo harían pero a fin de cuentas no hacen nada, así mismo hay personas que merecen una respuesta o una explicación de parte de nosotros y otras que solo merecen nuestro silencio.
Somos un desastre como sociedad, somos muy buenos para preocuparnos, opinar, y hasta resolver la vida de los demás pero no somos capaces de arreglar y mucho menos manejar nuestra propia vida, desafortunadamente utilizamos nuestras palabras para destruir y no para construir, no tenemos la conciencia de callar nuestras palabras cuando es necesario y hablar en el momento oportuno, Hay quienes festejan las derrotas ajenas por falta de victorias propias y convierten las palabras en contra de los demás en veneno que tarde o temprano la vida les devuelve sazonadas con el mismo veneno.
Dios resume todo esto al decir, ¡por sus frutos los conoceréis!, por último recuerda que de la abundancia del alma y el corazón habla la boca.
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